Alboury Dabo, nacido en Dakar pero con ascendencia de Casamance, es hoy por hoy uno de los líderes indiscutibles de la danza senegalesa residentes en Europa. Desde que llegara a Madrid no ha cesado de desarrollar una labor constante en torno a la danza de su país. Colaborando con grupos wolof, bailando su mbalax, divulgando la cultura senegalesa e impartiendo clases magistrales y talleres en cuantos colegios, centros culturales, festivales, academias y escenarios de toda Europa han solicitado su presencia. Sanu Africa, el primer ballet de su autoría, es una prueba inequívoca de la evolución de su talento artístico.
El tesoro de África no es otro que su juventud. Pero esta juventud debe contar con la vigencia de las tradiciones. El ballet de Alboury Dabo describe los amores de dos jóvenes que, por el descreimiento del varón, corren un severo peligro. La situación se salva gracias a la insistencia de los amigos del novio ante los espíritus del bosque, quienes consiguen romper el maleficio de los diablos sobre el novio.
En Sanu África destaca la fuerza de los tambores, tanto en el toque solista del djembe como en el colectivo de los sabar, apoyados ambos por las notas graves de los dundung. La kora, el arpa-laud de los griots, brilla con su cristalino sonido, inundándolo todo con delicadas melodías.
La rutina de la vida en la aldea se ve sacudida por los bailes con los que chicos y chicas escenifican sus encuentros, sus coqueteos, así como sus luchas y desafíos. El baile acrobático arraigado en la tradición contrasta con modernas coreografías.
En la celebración final asistimos a una fiesta con los tambores assiko, unos panderos inéditos en Europa hasta el momento.